Artículo publicado en 1996 en la revista Uno Mismo de Argentina y Chile y en la revista Danza Oriental de España.
En la danza están encerradas la profundidad de los proverbios, la magnificencia de la magia y las mayores paradojas: dolor, amor, esperanza, alegría, reto, liberación de ataduras y un llamado a la libertad.
En Chile, la ancestral danza del vientre tiene muchas seguidoras, con muy diferentes estilos.
Ximena Mart es, entre otras actividades, maestra de esta expresión artística que ella trabaja hacia el encuentro de la esencia femenina y el contacto con lo mágico y lo divino que existe en cada uno de nosotros. Después de muchos años dedicada a este tipo de baile, por el libro La Danza Mágica del Vientre, escrito por el egipcio Shokry Mohamed (Ediciones Mandala, Madrid 1995), tuvo conocimiento acerca de este maestro y eximio bailarín, se dejó fascinar por lo que él transmite en su obra, y viajó a España para conocerlo y tomar clases con él. Esta entrevista es uno de los frutos de ese aprendizaje.
ENTRE MÚSICA E INCIENSO
Llueve en el invierno madrileño. Subo la empinada callecita de barrio antiguo donde está la Academia Las Pirámides, en busca de Shokry Mohamed, considerado uno de los grandes maestros de danza del vientre y bailes folclóricos de Egipto.
El currículum artístico de Shokry es extenso, y cuenta que nació en El Cairo, en 1951: su carrera comenzó a los doce años de edad en un grupo infantil de danzas populares de todo el mundo, y desde 1974 vive en España, donde en 1981 fundó el estudio Las Pirámides, primera escuela de danza oriental que se establece en ese país. Desde esa fecha conjuga su labor docente como maestro al frente del grupo, con la de bailarín, coreógrafo y músico, como intérprete de instrumentos de percusión y de cuerda.
En mi visita al estudio, me recibe él mismo, con gran calidez. No le sorprende que venga desde Chile, ya que suelen visitarlo bailarinas y profesoras de Europa y América con la finalidad de perfeccionar su técnica, llegando a más de 600 las alumnas que han recibido sus enseñanzas, y demuestra entusiasmo cuando lo invito a visitar nuestro país para dictar clases y presentar su arte ancestral. Shokry fue operado de las cuerdas vocales y perdió la voz; sin embargo, se expresa poéticamente, y su entusiasmo y su vitalidad me hacen olvidar en pocos minutos la dificultad de su dicción. Tampoco pudo con su alegría de vivir un ataque racista que sufrió y al que sobrevivió milagrosamente, después de guardar cama durante seis meses.
Dejo los zapatos en la entrada. Huele a incienso y se oye música, cuya huella también está presente en gran cantidad de exóticos instrumentos que llenan estantes y cuelgan de las paredes. Asimismo, se aprecian varas y bastones utilizados en las danzas folclóricas, las que también son practicadas por hombres. Puedo observar un par de candelabros especiales que se llevan en la cabeza mientras se baila una danza ritual que efectúan las mujeres a los siete días de parir, para traer luz a la vida del recién nacido.
Durante las clases, mientras las alumnas ondulamos caderas, torso, hombros, brazos y velos, Shokry mantiene una amplia permanente sonrisa, y sus ojos, brillante e infinitamente expresivos, nos contienen a todas. En un momento dado, toca darbouka (tambores) y cada una de las participantes improvisa sobre los sofisticados ritmos. Terminamos las clases con refinados movimientos de manos y dedos, a los que Shokry da gran importancia por sus posibilidades expresivas.
Para él, la danza es espíritu. Su inspiración y su alegría se renuevan a cada instante tomando forma en sus movimientos, que expresan la profunda belleza de su ser interno.
Este fue el diálogo que sostuvimos con Shokry Mohamed en su estudio de danza madrileño.
X.M: Durante los años ’60, la enseñanza y la práctica de la danza del vientre comenzaron a proliferar en Europa y Estados Unidos. ¿Se debió eso a determinados cambios que sucedieron en tu país?
S.M: En primer lugar, ocurrió que bastantes bailarines escaparon del servicio militar egipcio. Algunos de ellos, que formaban parte del Ballet Nacional de Egipto, se afincaron en Europa y Estados Unidos, y empezaron a enseñar danza. Por otra parte, el movimiento religioso ha estado muy activo en el mundo árabe y eso ha contribuido al éxodo de este arte en los últimos 30 años.
X.M:¿Es habitual que los maestros de danza del vientre sean hombres?
S.M: Sí, es corriente, porque la mayoría de los bailarines que están en los grupos de baile oficiales del Estado es gente que estudió la danza comenzando por el ballet clásico para llegar luego al folclore egipcio. Ellos estudian y practican las danzas folclóricas que originaron los movimientos de la danza del vientre, y esto los capacita para luego enseñarlas a las mujeres. Por su parte, en Egipto las mujeres bailan en forma intuitiva, en sus casas y, en general, no tienen preparación técnica.
X.M: ¿Tú estudiaste también el ballet clásico que conocemos en Occidente?
S.M: Sí, como preparación y como disciplina, no como para bailar El Lago de los Cisnes o El Pájaro de Fuego. Durante el aprendizaje, se realizaba todo el trabajo de barra y los ejercicios del ballet clásico como base para crear un buen bailarín.
RITUALES DE FECUNDIDAD
X.M: ¿Se sabe, con alguna certeza, cuándo y dónde nació la danza del vientre?
S.M: Creo que la danza es un lenguaje que el ser humano conoció mucho antes que cualquier otro tipo de comunicación. Existen estatuas y grabados que nos muestran que la danza del vientre fue conocida en el Antiguo Egipto, y según algunas investigaciones, existía ya en la prehistoria, relacionada con rituales de fecundidad.
Los documentos escritos más antiguos que tratan de la danza del vientre datan del siglo I d.C., cuando el escritor hispanorromano Marcial describe la curiosidad de la danza de las bailarinas fenicias llegadas al puerto de Gades, diciendo que “podían mover los músculos del estómago mientras permanecían completamente rígidas”. Sin embargo, las danzas pélvicas tienen un carácter universal, porque se practicaron y se mantienen aún hoy en numerosas culturas, como, por ejemplo, la polinésica.
Desde Marruecos hasta Afganistán, la inspiración y la tradición de la danza del vientre se mantienen vivas, y desde esa zona su práctica se ha extendido a Europa, Australia y toda América, rescatando la espontaneidad pura, la sensualidad natural, la esencia de la naturaleza femenina. Porque con esta energía comienza el proceso que lleva al acoplamiento y a la fertilidad, que en la antigüedad era vital para la supervivencia de los pueblos.
X.M: ¿A qué se debe que la danza del vientre haya sido cuestionada por algunas religiones y ciertos gobiernos?
S.M: En realidad, ha sido rechazada más por los hombres de religión que por los gobiernos, y sigue perseguida por las tres religiones del Libro: la judía, la cristiana y la musulmana. Este rechazo oscila entre la completa prohibición y una persecución más o menos encubierta. La danza del vientre posee un largo pasado y, si ha llegado hasta nosotros, es porque la han bailado los judíos, los cristianos y los musulmanes. Los hebreos la aprendieron de los sacerdotes egipcios antes de salir de Egipto. El Islam, como religión, la rechaza por muchas razones, y tal vez la primera de ellas sea la vestimenta de la bailarina, con el cual gran parte del cuerpo de la mujer queda al descubierto, con el innegable objetivo de seducir al espectador, aspectos completamente repudiables no sólo para el Islam sino también para las otras dos grandes religiones.
DANZA MÁGICA
X.M: ¿Por qué la danza del vientre ha sido también llamada “danza mágica”?
S.M: Esto alude al profundo sentimiento de comunicación interior que esta danza propicia a través de la música y el movimiento, resultado de ese planteamiento de encuentro que debe tener la bailarina con los demás pero, sobre todo, consigo misma. La danza del vientre debe poseer fuerza espiritual, arrancar desde adentro.
La mujer se enfrenta al baile con una gran alegría, lo que convierte su experiencia en un bonito viaje entre el movimiento y la música, que renueva la sangre de sus arterias y le hace encontrar solaz y olvido para sus preocupaciones diarias. Es, por tanto, una bella jornada con el espíritu que expresa las posibilidades escondidas dentro del cuerpo.
¿Hay algo más grandioso y más hermoso que una mujer bailando? La mujer que danza nos habla con su movimiento y con su cuerpo y, ante la fuerza expresiva de sus gestos, no podemos más que recurrir al silencio. No creo que existan momentos de mayor felicidad en este mundo que cuando se reúne un grupo y alguien empieza a bailar. Es uno de los raros momentos donde uno se siente casi completamente libre.
X.M: Para aprenderla, ¿se requiere alguna condición especial?
S.M: Acercarse a la danza del vientre, como a cualquier otro tipo de danza surgida del norte de Africa y de Oriente Medio, requiere una cierta predisposición de espíritu, además de un aprendizaje cultural que pasa, en primer lugar, por la música. El paso siguiente es romper con el mito y el tópico de entender la danza del vientre como un género menor dentro del variado campo de la danza.
X.M: ¿Cuál es el elemento esencial que diferencia la danza del vientre de cualquier otra danza?
S.M: La danza del vientre puede ser considerada la danza clásica del mundo árabe, ya que conjuga los estilos musicales y los movimientos de cada uno de los pueblos sobre cuyo sustrato cultural se ha afianzado.
Esta danza, que se liga a su música de manera íntima e indisociable, se diferencia de la occidental en que todos sus movimientos tienen un origen étnico perfectamente definible, es decir, provienen de los movimientos efectuados por las mujeres y los hombres en las celebraciones populares, aunque más estilizados, para lo cual no se requiere más técnica que la que aporta un sentido del ritmo y del movimiento que emerge no de la razón sino del sentimiento.
REGLAS Y LIBERTAD
X.M: ¿Qué papel juega la improvisación en esta danza?
S.M: La danza del vientre es una danza que se encuentra a mitad de camino entre el folclore y la creación individual, porque si por un lado tiene una estructura básica definida que permanece constante, hay en ella, al igual que en las estructuras musicales que la acompañan, un componente importante de improvisación que ofrece a la bailarina una amplia libertad para realizar sus movimientos, sean estáticos o evolutivos, en un extraordinario equilibrio entre regla y libertad, sujeción y creatividad personal.
A través de esa improvisación, la bailarina puede exteriorizar todas sus cualidades expresivas y alcanzar esa exquisitez artística a la que llegan las grandes bailarinas.
X.M: ¿Quiere decir esto que cada bailarina interpreta entonces su propia versión de la danza del vientre?
S.M: Dentro de ciertas limitaciones, cada bailarina intenta aportar algo personal a su danza, y así, se eliminan algunas cosas y se añaden otras, especialmente en todo aquello que afecta a los instrumentos musicales y al atuendo de baile. Cada bailarina busca, en el fondo de sí misma, un nuevo lugar para la danza, que le otorgue una personalidad renovada acorde con sus posibilidades. Esta búsqueda afecta, no sólo a los pasos de baile, sino a los vestidos y a los demás elementos. Sin embargo, hay elementos esenciales en la danza oriental que no se pueden cambiar, pues en el caso de que se modificaran, se desvirtuaría el carácter y la personalidad propios de esta danza.
SENTIMIENTOS OLVIDADOS
X.M: ¿Qué sentimientos se supone que expresa la mujer en la danza del vientre?
S.M: Si hablamos de la danza de la mujer egipcia o de la árabe en general, vemos que ella se comunica con el baile de una forma más expresiva que si lo hiciera con palabras. Danza con sus más profundos sentimientos, dejando escapar lo que encierra su interior como un volcán. Parece que hubiera estado esperando durante largo tiempo para dejar que su cuerpo expresara sin palabras sus más ardientes secretos. En su danza están encerradas la profundidad de los proverbios, la magnificencia de la magia y las mayores paradojas: dolor, amor, esperanza, alegría, reto, liberación de ataduras y un llamado a la libertad.
En este baile está encerrado el amor de la mujer por el hombre oriental, y también su odio hacia él, la tristeza, la alegría, la belleza, la inocencia, la terquedad, el perdón, la docilidad, el rencor y los celos. La danza establece un nexo con todos los contenidos de la mujer.
Con respecto a la magia de la danza del vientre, he observado que conmueve más profundamente a la mujer europea que a la oriental. El encanto de este baile y su belleza se muestran a menudo en los cambios que afectan repentinamente a la mujer que lo ejecuta, e insisto en que la bailarina no tiene que ser, de ninguna manera, una especialista en baile.
X.M: ¿Qué cambios profundos puede producir en una mujer la práctica de este arte?
S.M: Básicamente, los cambios se manifiestan en el comportamiento, en las relaciones que mantiene con su entorno y en otros elementos de orden corporal y espiritual.
La mujer actúa, por lo general, de una manera más audaz, se siente más segura de sí misma y enseguida cambia el temor por la valentía. Muchas mujeres se han detenido en los primeros pasos de la danza del vientre con el rostro enrojecido de la vergüenza, ansiedad y miedo, aunque estas sensaciones desaparecen inmediatamente.
En las primeras clases, la timidez es una traba con la que hay que contar; sin embargo, la mujer descubre grandes cosas después de practicar a menudo la danza del vientre. Me remito a lo que he presenciado y sigo presenciando a través de las experiencias de mis alumnas, y en muchas ocasiones, he comprobado en ellas los cambios anímicos acaecidos después de una sesión de baile. La que es tímida, después de establecer contacto con sus compañeras, se comporta de una manera más audaz, y la que llega agobiada por los problemas y las preocupaciones, olvida sus malestares, aunque sea sólo momentáneamente.
Parece que la mujer se transforma con el movimiento, pues despierta en su interior los sentimientos y sensaciones ocultos y casi olvidados, mientras se relaja la tensión acumulada en el cuerpo. Cuando les pregunto a mis alumnas cómo se encuentran después de la clase, la mayoría de las veces encuentro como respuesta una enorme sonrisa de alivio.
BALANCEO DEL VIENTRE
X.M: Hay quienes creen que la danza oriental no es más que un agitado movimiento de caderas…
S.M: Esto es erróneo, aunque a veces la danza se reduce a eso, y la bailarina concentra todas sus energías en este quehacer. Sin embargo, y aunque ella sea muy experta en este ejercicio, la danza ejecutada de esta manera resulta monótona y aburrida, presa de unas barreras que la reducen a una parte del cuerpo, siendo que ninguna parte excede en belleza a otra.
Este arte puede expresar, además de las sensaciones, estados anímicos y del pensamiento, el mundo de los sueños y de lo irreal. El que todas estas enormes posibilidades se logren depende de conceder a todas las partes del cuerpo sus potencialidades expresivas sin prejuicios, con la condición previa de que todo el cuerpo actúe en completa armonía.
Si la bailarina, por una razón determinada, deseara concentrar su estilo en una parte del cuerpo, tendría que preocuparse de que el resto de su figura no quedara olvidado trabajando a ala sombra. La danza centralizada en el movimiento de las caderas no abre el mundo de los sueños y la irrealidad, sino solamente un mundo que coloca el signo sexual por delante de cualquier otra consideración, y hace que el cuerpo de la bailarina no sea más que un cuerpo deseado.
X.M: ¿Se pueden detectar, en las actuales danzas folclóricas egipcias, algunos pasos que provengan de otras culturas antiguas?
S.M: En la danza del vientre intervienen muchos elementos que provienen de culturas distintas o anteriores a la árabe, como la faraónica, la fenicia, la nubia, la turca o la berberisca.
Los nubios fueron la única raza humana que se mantuvo desde el Antiguo hasta el Alto Egipto. Ellos eran los servidores y miembros de ejército, y danzaban y bailaban en los palacios de los gobernantes.
SUFISMO, MÚSICA Y RITMO
X.M: ¿Cuál es tu relación con el sufismo?
S.M: Como filosofía de vida, yo he encontrado el sufismo en la música y en el ritmo. En el sufismo, la música, el ritmo y el canto constituyen una forma de educar el cuerpo y el alma. Espontáneamente, el cuerpo se mueve sobre el ritmo y el canto, sin ningún tipo de técnica. Es muy hermoso.X.M: ¿En qué momento de tu vida hiciste este reconocimiento?
S.M: Cuando era pequeño. Yo vivía en un barrio popular en El Cairo, y muy cerca de mi casa había una mezquita donde se juntaban todas las cofradías sufis en determinadas fechas, como el día del nacimiento del profeta Mahoma. Allí, los derviches sufis se ubicaban en unas “jaimas”, un tipo de tienda, y bailaban. Todo el mundo se movía al ritmo de la música. A mí me gustaba estar entre ellos, con la gente que bailaba.
En verdad no son bailarines, pero llevan el ritmo del zhikr, que es el nombrar a Alá dentro de uno mismo, moviéndose o más bien dejando moverse al cuerpo, influidos por el ritmo, la música y el canto.
Actualmente, noto mucho interés por parte de los bailarines de Europa, América y Australia por otros aspectos de la cultura de nuestro país, como el vestuario, la gastronomía, el idioma, la literatura, la religión y otros temas espirituales, y este interés ha ido mucho más allá de lo esperado.
X.M: ¿Qué relación tiene el sufismo con el Islam?
S.M: El sufismo, como filosofía, está inspirado en el Islam como religión, aunque el Islam o algunos de sus líderes dicen que cantar y bailar no es una forma adecuada de pregonar a Dios, y son más bien partidarios de que la persona siga determinadas normas, como rezar las plegarias y todo lo que se indica. Los sufis son gente espontánea, nombran a Dios y viven el ritmo con el alma, y creen que la manera de llegar a Dios no es sólo yendo a la mezquita y rezando. No, ellos encuentran a Dios a través de dos caminos: la música y la danza.
Se ha dicho alguna vez que la mayor contradicción entre el sufismo y el Islam es que para los sufis, uno mismo es el vehículo o la forma en que Dios se manifiesta en la tierra.
Es lo que te decía. Ellos eligen el camino de la música y la danza para manifestar energía divina, lo que es muy diferente de la rigidez frente a las normas, que a veces tienen las religiones.
La palabra sufi viene de safa, pureza. El sufi es gente que ayuda, que trabaja, que no espera nada material a cambio. Algunos dicen que viene de los derviches que vestían de suf, lana, pero no creo que sea la versión correcta. Yo prefiero creer en el origen de la palabra en relación con la pureza.
X.M: Y tú, ¿has sido inciado como sufi?
S.M: No. Mi padre era una persona que creía mucho en el Islam y hasta perseguía a los sufis que había en la familia. Los sufis fueron perseguidos por el Islam y por los gobiernos durante muchísimos años. Pero, pese a ello, el sufismo se ha extendido por todo el mundo. Es como ser judío, cristiano, budista o musulmán. Hay sufis chinos y japoneses. Porque ser sufi es compartir, es generosidad, tolerancia, principios que están presentes en todas las religiones. Va mucho más allá de la música y la danza.
X.M: ¿Crees que tus opiniones puedan ser conflictivas para la comunidad islámica chilena?
S.M: Hoy, cuando ya estamos a fines de siglo, yo creo que hay que respetar todas las opiniones, y esta es mi opinión.
EL NOMBRE DE DIOS
X.M: ¿Cómo es el zhikr que haces?
El zhikr es un trabajo, una forma de soltar el cuerpo, dejarlo flexible. Es un momento en que el cuerpo se mueve, la sangre corre por las venas, y se puede sentir o nombrar a Dios. Es otra forma de ver, de llegar a lo divino, pero a través del movimiento. Los conflictos que han hecho que muchos maestros se alejen, han permitido que hoy estén en todos los países del mundo. El trabajo sufi implica una amplitud de consciencia que encuentra eco en los europeos porque tienen un contenido diferente, apela al vacío espiritual en la vida moderna.
También llama la atención la influencia que la música sufi tiene en los movimientos musicales en la actualidad. Eso se debe a que la música afecta positivamente al ser humano y, por ello, se usa incluso para sanar enfermedades relacionadas con el estrés.
¿Se podría decir que este tipo de danzas constituyen un trabajo espiritual?
La espiritualidad es lo que vive una persona dentro de sí misma, un espacio interior donde encuentra la paz, y esto puede suceder en cualquier momento y en cualquier parte, bailando o concentrado, meditando. Pero a la hora de bailar, ocurre que, en conjunto, hay más armonía, más amor, más acercamiento, más diálogo, más comunicación, y todo esto influye mucho.
¿Qué forma toma el zhikr que tú enseñas? ¿Se hace en círculos, en rondas?
Se puede hacer en círculos o en filas, pero la forma es lo de menos. Lo importante es que la persona se entrega; en 25 minutos puede estar sonriendo de alegría, porque el zhikr produce esa emoción.
SER EL CENTRO
¿El giro es una forma de zhikr?
No tiene nada que ver. El giro está relacionado con el movimiento de la Tierra y de los astros; el zhikr es nombrar a Dios. En el giro no hay nombramiento de Dios, es una forma en la que se hace sólo el movimiento, donde el ser humano es el centro y todo lo que lo rodea está conectado con todo el universo.
¿Quién de nosotros, de pequeño, no ha girado y girado hasta caer al suelo, sintiendo una gran alegría mientras todo lo que lo rodeaba giraba a su alrededor? Todos lo hemos hecho en algún momento de nuestra infancia. El giro es alegría, es una forma de contactar la Tierra con los demás astros y el universo en general.
Y nosotros mismos, cuando olvidamos donde está la llave, giramos alrededor de nuestro perdido entusiasmo. Eso es el giro. Si pierdes algo de tu forma espontánea y natural, gira, gira, y así sabrás nuevamente que estás en el centro y nada está lejos. Es la búsqueda del más allá a través del giro.
¿Cuál es el origen de las danzas giratorias, en la historia?
Muchas danzas sufis provienen del fundador de la orden sufi, en Turquía, Mevlana Galal Aldin Romi, en el año 1300 aproximadamente, pero creo que esta más bien se originó en la civilización faraónica. Algunos historiadores han descubierto que existía entonces un tipo de danza llamada “la estrellada” , por las estrellas, los astros, y relatan que los bailarines se movían en círculos, pero también, en forma giratoria, imitando el movimiento de los planetas. Además, la cultura de la época faraónica estaba particularmente relacionada con los planetas y los astros.